Acapulqueños, ustedes que llevan el mar en el alma, que saben lo que es pelear por lo nuestro y levantarse tras cada tormenta, ¿No sienten que el pulpo merece más que terminar en un plato? Este no es un animal cualquiera: tiene tres corazones, nueve cerebros, y una inteligencia que nos deja boquiabiertos.
Ha evolucionado durante millones de años para ser un maestro del océano, un símbolo de resiliencia como nosotros. ¿Y qué hacemos? Lo sacamos de su hogar, lo cocinamos, lo servimos con limón. Pero, ¿Y si en vez de comernoslo, lo protegemos en la zona de Acapulco?
Imagínense un Acapulco donde las playas no solo sean para turistear, sino un santuario donde el pulpo nade libre, donde nuestros hijos crecerán admirando su danza en el agua, no su sabor en la boca. Ustedes, que valoran la familia y la comunidad, saben que el mar nos da vida: nos da pescado a la talla, nos da trabajo, nos da identidad. Pero el pulpo no es solo comida; es un guardián de ese mar que tanto respetamos. Consumirlo es arrancarle un pedazo a nuestra bahía, a ese Acapulco que defendemos con orgullo.
La ciencia lo grita: este ser cambia de color como ningún otro animal, resuelve problemas, escapa como mago. Es más extraordinario vivo que en tu estómago. Prohibirlo no es perder un platillo, es ganar un legado. Un Acapulco que dice "no" a la depredación y "sí" a la esperanza, a la solidaridad con la naturaleza que nos sostiene. ¿No sería eso un progreso real? Imaginen a los turistas viniendo no a comerlo, sino a verlo, trayendo vida a nuestras costas sin sacrificar la suya.
Ustedes, que han superado huracanes y saben lo que es empezar de cero, ¿No creen que el pulpo merece esa misma oportunidad? Hagamos de Acapulco su santuario. No lo pesquen, no lo cocinen: déjenlo vivir. Porque un pulpo libre en nuestra bahía vale más que mil platillos. ¿Te sumas a esta lucha? Comenta, comparte, hagamos que el mundo nos escuche.
Jorge Lozano en Solo Acapulco
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